por César Luis Menotti
Lionel Messi no jugará con la Selección Argentina estos partidos amistosos. Es lo correcto. El crack ya tiene un lugar muy importante entre los grandes jugadores de la historia del fútbol argentino. Y no pasa nada si no juega estos partidos. No es valiente construir un proyecto de selecciones alrededor de él. Demasiado ha hecho por nosotros y por el fútbol argentino. Ya ha demostrado con su fútbol su origen rosarino. No hay que darle a él la responsabilidad ni futbolística ni política de la reconstrucción. Ni siquiera hay que nombrarlo. Que sea feliz y mande mensajes de alegría cuando juega con el Barcelona. Hay que dejarlo en paz, y cuando esté reorganizado el proyecto de selecciones argentinas él decidirá si quiere continuar en la Selección o no. Ahora, si vamos a traer a Messi para que él arme el equipo, estamos partiendo de lugares falsos. Messi ya tiene un lugar asegurado en la Selección Argentina por ser quien es. Su ausencia puede ayudar a la recomposición del proyecto de selecciones.
Hay que volver a reeducar la historia del fútbol argentino. Porque si no lo hacemos, terminamos en que los entrenadores acaban siendo cómplices de modelos de conducción, que pertenecen más al mundo de los negocios y de las presiones mediáticas, que a dar respuestas a las necesidades del fútbol argentino. El fútbol argentino está herido de muerte y los tiempos se acortan. Se vive este momento de crisis con un semblante degradado. Ha sufrido una brutalidad espantosa en su descomposición. Ha soportado escenarios de desprestigio que hay que recuperar. Hay una facción de tramposos de mentirosos, con rostros de grandes negocios que se ha refugiado en los modos serviles del mundo mediático para esconder su trampa.
Pero hay una minoría que queremos recomponer este hecho cultural, y solo vamos a hacerlo desde la memoria. Tenemos que examinar nuestra herencia cultural, nuestras raíces futboleras. Recomponerlas para poder transmitirlas y repensarlas en la actualidad. Nuestra rica historia fue bastardeada y dañada por el ojo mercenario. Ha llegado el momento de cambiar. Hay una intención de esta nueva conducción, con Claudio Tapia a la cabeza de la AFA, de revertir esta situación. En lo primero que acompaño a esta conducción es en no pretender resolver a las 48 horas después de la eliminación del Mundial. Pero falta el debate de cuál es el proyecto que se persigue y con quiénes. Sin memoria no hay solución.
No pertenecemos a un país en el que el fútbol apareció hace diez años. Fuimos muy importantes en la historia de este juego. Sólo podemos salvarlo si conservamos su pasado. Tiene que haber una sincera apuesta por un punto de partida, tal vez la formación de un Comité de Entrenadores con pasado en la Selección y ex futbolistas, que puedan transmitir sus enseñanzas, la esencia del juego…
Este debate debe ser un vehículo de encuentro con fútbol de pertenencia. Es un ámbito de extrema gravedad la dinámica de los acontecimientos que ha torcido su rumbo trágicamente. Hay que tener memoria, recoger la herencia y reconstruir para la evolución. Tiene que haber una clave para la esperanza. Una señal para sacar al fútbol de terapia intensiva. Un progreso no consiste en aniquilar hoy el ayer, como algunos mensajeros de la modernidad se empeñan en hacernos creer. O habrá que renunciar a la ilusión de que el fútbol argentino, que fue un juego fascinante y un fenómeno social inigualable en el país, ya no lo es. Aunque sigan apareciendo grandes jugadores.
José Saramago, el escritor portugués, premio Nobel de literatura, dijo que “no tener memoria es olvidarnos de nosotros mismos”. No se puede pensar en un cambio de este presente y preparados para un futuro sin repasar el pasado. Es imposible. Messi es el presente pero su gen pertenece a la historia del fútbol argentino, que también tuvo exponentes como Sívori, Di Stefano, Kempes, Maradona. De lo que se trata es de recuperar la idea y conformar un lugar en el que Messi pueda brillar. Si fuera un violinista, habría que rodearlo de los mejores músicos que no desafinen. Si lo que se persigue es el éxito, estamos condenados. El debate no debe perderse en los tiempos en que va a estar Messi o no en la Selección. Si no sabemos qué buscamos, ¿cómo hacemos para encontrarlo?. Nadie garantiza un campeón del mundo. Y aún así fuimos finalistas de un Mundial atravesando una crisis y con Messi.
(*): DT de la Selección Argentina campeona del mundo en 1978 y de la Selección Juvenil campeona del mundo en 1979. Columna del diario Sport de España. Especial para LA CAPITAL.